ALGUIEN MENCIONÓ TU NOMBRE / TEXTO: EVALY CONTRERAS / REVISTA BURIÑON
Alguien mencionó un nombre que se me antojó tuyo, entre amigos y copas, sin querer, se escaparon las letras de una boca que no distinguí del grupo. Alguien mencionó tu nombre y lo precibí ajeno, drásticamente lejano, como antes de conocerte. Como después de no conocerte. Un ronroneo, un silbato, un gagueo, que pronto tomaron forma de palabra, y no sé el motivo pero evoqué una serpentina rosada y verde pastel desenredándose en su espiral constante con soltura gimnástica, envoviéndose alrededor del aire y arropándolo como serpiente de azúcar rosa. Alguien dijo un nombre y yo recordé una serpentina que de pronto era cintura, una cintura morena que bailaba en círculos, no, morena no, tostada con reglejos dorados. Pensé en una cintura que se parecía a unos ojos negros, con pestañas largas como cabellos, ojos sonrientes, esos ojos que no necesitan boca, alguien dijo tu nombre y yo recordé unos ojos. Alguien dijo un nombre y yo recordé tus ojos.
Alguien contaba una historia y tocó con la punta de los dedos un tren de letras que tiene tu cara, lo tocó y sin percatarse del rasguño continuó la historia en la que tienes poca relevancia, mientras los demás escuchaban atentos sin relacionar ese nombre con tu ser, sin concederte esa importancia que a mí me encanta darte.
Alguien lo dijo y mi alma de golpe tomó conciencia de tu existencia, entonces te busco en los alrededores sin suerte y un instante más tarde mi alma y yo recordamos que ya no estás y que todo lo que queda de ti es el roce indiferente que una boca pasada de tragos le hace a tu nombre, pero que poco sabe de tus lunares en los muslos y tu cicatriz en la espalda.
Alguien te mencionó y recordé que te encantan los manteles a cuadros, que le dedicas tiempo exagerado a expandirlos encima de mesas de cuatro sillas hasta que las puntas queden perfectamente alineadas con cada lado de igual largo. Te vi estirando la tela con entusiasmo acomodándola con paciencia, te oí decirme cuanto te divierten los cuadros y las mesas impecables al tiempo que servías café para los dos.
"Es porque encajan perfectamente, sino no no serían cuadros" comentaste una de esas veces. Yo nunca respodía, no quería sesgar ese instante celestial en que por fin te brillan los ojos, como si el cosmos lo hubiera estado preparando por milenios, vigilando cada detalle con paciencia en cada creación aparatosa sólo para que ese segundo fuera perfecto, el segundo en que una chispa de luz se cuela en tus pipilas y sin darte cuenta se ha convertido en un incendio que avanza hasta tu boca, entonces se abre, y veo tus dientes, y tus dientes me ven, "es porque encajan", dijiste, y yo me callé en absoluto por respeto al cosmos y a sus invenciones maravillosas, Te regalé una sábana cuadriculada para que en la noche, mientras te cortejaba poco a poco pero descaradamente, incendiaras el cuarto con esa alegría que me exita, junto a otras cosas como tu pelo abundante que es muy negro aunque la gente diga que algo no puede ser muy negro, que es negro y ya, tu pelo es la exepción. Es entonces cuando empiezas e esfumarte, te veo parada mirándome pero me voy alejando, no quiero irme pero no se qué pasa, de pronto ya no estás conmigo y no recuerdo bien cómo pasó, un mar de meses me separa iremediablemente de tus dientes, de tu negro muy negro, que ahora mi memoria no lo pinta tan oscuro y me lleva el infierno por eso, me esfuerzo en evocar el color verdadero y fallo, me estoy poniendo viejo, resulta que no son meses sino años, barrancos de 365 piedras que me llevan a una reunión entre tragos entre compañeros que también han envejecido, que son testigos de ti, que son testigos de tus manteles y tus contorneos, que continúan con sus vidas como hace la gente normal sin detenerse a pensar los colores que se han perdido con los días. Alguien dijo tu nombre y en ese instante volví a amarte, un hueco se hizo obvio en la escena, un vacío mal recortado con siluetas de guitarra tostada se dejó ver en la multitud, pero al rato quedó tapado por varios cuerpos de relleno y el sonido de tu ausencia cedió ante los de talles de la narración que continuó sin ti.